Los coches eléctricos no son un invento de ahora. Muchas marcas “coquetearon” con esta tecnología a lo largo de la historia, pero la gran mayoría no cuajó como para llegar a la gran producción. Además, no había una “apuesta común” en la industria como ocurre ahora.
El 1602 Elektro-Antrieb se podría considerar, en cualquier caso, como el precursor de la cada vez más amplia gama “i” de BMW, que hoy tiene en su oferta el compacto i3, las berlinas i4 e i7 y los SUV iX e iX3. La base y estructura era exactamente la misma que la de sus homólogos de combustión, y de hecho su imagen no mostraba diferencia alguna respecto a estos más allá de la ausencia del tubo de escape.
Eso sí, bajo el capó no había un motor de gasolina, sino una docena de baterías de plomo-ácido de 12 voltios desarrolladas por la firma Varta que tenían un peso aproximadamente de 350 kilogramos.
El motor eléctrico estaba instalado junto a las baterías y desarrollaba una potencia de 32 kW (43 CV). Este bloque, al igual que en los modelos de combustión, accionaba el árbol de transmisión e impulsaba el coche a través de las ruedas traseras.
Las prestaciones no eran tan fulgurantes como las de los coches eléctricos actuales, ya que aceleraba de 0 a 50 km/h en 8 segundos y alcanzaba unos 90 km/h de velocidad punta. La autonomía estaba entre los 30 y 60 km, pero valió para su cometido principal, que era el transporte de personas durante los Juegos Olímpicos de Múnich que tuvieron lugar en el verano de 1972. Se produjeron en total dos unidades.
Por dentro la diferencia más importante era la ausencia de la palanca de cambios tradicional, que se sustituyó por un pequeño interruptor, mientras que el cuadro de instrumentos presentaba unos relojes específicos junto al tradicional velocímetro.
Otro punto de interés es que este particular 1602 ya contaba con sistema de frenado regenerativo, puesto que el motor funcionaba también como generador y podía aprovechar parte de la energía para realimentar las baterías.
Source: Coches