La mayoría de los coches que salen al mercado tienen lo que se llama un turbo instalado. El turbocompresor es una pieza que sobrealimenta el motor cuando es necesario para conferirle un extra de potencia sin disparar al mismo tiempo ni el consumo de combustible ni las emisiones contaminantes.
Esta pieza está expuesta a averías por desgaste, ya que trabaja a altas revoluciones (unas 200.000 vueltas por minuto) y a altas temperaturas. Así, es habitual que sufra daños o que muestre síntomas de desgaste que acaben antes de tiempo con su vida útil si no se les presta atención.
Según Ro-Des, el precio de un turbocompresor para el coche nuevo oscila entre los 800 y 1.400 euros. Sin embargo, esta pieza es una de las más idóneas para encontrar en un desguace y obtenerla mucho más barata, entre los 200 y los 600 euros.
Además del desgaste, hay otra serie de razones por las que el turbo puede estropearse. La mayoría de los problemas que sufre el turbocompresor vienen dados por fallos de lubricación o una obstrucción por exceso de carbonilla y suciedad.
Las averías del turbo más habituales
El desgaste del carrete del turbo es una de las averías más comunes debido a la velocidad y temperatura a la que se somete el eje. Los casquillos sobre los que gira el turbo pueden perder hermeticidad y causar fugas de aceite.
Que el eje del turbo se desequilibre también es común y está provocado por desgastes a causa del roce. La consecuencia de esta avería puede ser que acabe quebrando la pala de la turbina y los trozos lleguen a los cilindros.
El turbo del motor puede perder el control de la presión de soplado a causa de un exceso de carbonilla, especialmente si el vehículo es diésel, y puede sufrir igualmente fugas de presión si los manguitos o agarraderas se aflojan o agrietan a causa de los constantes cambios de presión y temperatura.
Source: Coches