El ‘tuning’ vuelve a Aragón. Figueruelas acogerá los días 25 y 26 de mayo una concentración con más de 200 vehículos personalizados procedentes de toda España, pero también de Francia, Portugal y Andorra.
La Guarida Motorshow celebrará su segunda edición en la localidad zaragozana en una fiesta «donde ‘parkinear’ de forma legal y segura con coches tuneados al gusto personal que van a llamar la atención», afirma Noemí Oliveros, organizadora del encuentro. Una cita en la que también habrá una excursión con los coches, competición de petardazos con el escape o pruebas de calidad de música de equipos de sonido casi sin limitaciones.
La crisis económica de 2008 y los cambios normativos del Gobierno han obligado en los últimos años a guardar en talleres y almacenes infinidad de coches tuneados que hoy no pueden ni venderse ni salir a la calle por no superar la Inspección Técnica de Vehículos.
Ni ventanillas tintadas, ni pegatinas en cristales, ni tubos de escape modificados, ni cambio de parachoques de modelos superiores, las normas de la Administración han condenado al ostracismo a los amantes del tuneo. Una afición que, por otra parte, supone un desembolso económico importante en busca del realce de los modelos.
El Volkswagen Scirocco (2010) de Oliveros lleva invertidos en modificaciones unos 20.000 euros, que en su caso supone un gasto asumible gracias a su experiencia como licenciada en mecatrónica industrial y a la de su pareja, Víctor Cantarero, que se encarga de las reformas de chapa y pintura en su domicilio de Montañana.
El Scirocco participa en la exhibición de Figueruelas en la categoría Stance, la más moderada. Incorpora, entre otros elementos, cambios en la suspensión neumática, kits de alerones, pestañas, difusores, llantas especiales y detalles estéticos de pintura con vinilos.
El ‘tuning’ no es ni barato, ni siquiera posible llevar a cabo porque «ya casi no hay talleres que se dediquen de forma exclusiva al tuneo», se lamenta Oliveros. Y menos aún en el caso del tuneo barroco, una variante más ampulosa, radical y artesana, donde el objetivo es la transformación integral del coche que puede resultar, por ejemplo, de montar el morro de un Volkswagen Golf y la trasera de un Corsa.
«La Guarida es el ejemplo de que el ‘tuning’ sigue vivo como una afición que se mueve mucho, pero que ha quedado de alguna manera acotada a circuitos de carreras, aeródromos o pabellones de exposiciones», afirma Oliveros. E insiste en la seguridad y el buen ambiente de una fiesta «donde no llevaría a mi hijo» si sospechara que le puede pasar algo malo.
Apasionada del motor y la velocidad, Oliveros asiste con su pareja al menos una o dos veces al mes a concentraciones de ‘tuning’ por toda España para exponer el Scirocco y su particular joya, un BMW E36 de 1992.
Source: Coches