Un buen día notas que tu coche empieza a perder potencia o que mantiene el ralentí inestable. Quizás te consuma algo más de lo normal, pero tampoco le des demasiada importancia… hasta que vayas al taller y te cobren hasta 300 euros sin saber por qué.
Pues bien, probablemente haya sido culpa de la válvula EGR, presente en todos los motores de diésel o de gasolina desde aproximadamente 1996 para reducir las emisiones. Es un elemento anticontaminación que, sobre todo en los motores diésel, suele acabar dando bastantes problemas.
Esta válvula está colocada entre el colector de escape con el de admisión de aire y su función es reducir las altas temperaturas de la cámara de combustión y así disminuir los óxidos de nitrógeno, el famoso NOx. Básicamente, reintroduce el humo de la combustión del motor hacia los cilindros.
La válvula dar fallo debido a la suciedad que recoge. Si esta se ensucia de carbonilla puede llegar a obstruirse, por lo que el coche no respirará bien y tendrá fallos mecánicos. La suciedad provocará que la EGR no se cierre o se abra del todo. Si se queda abierta, dará lugar a una pérdida de potencia en el motor, tirones o dificultad de arranque en frío, además de mayor emisión de humos.
Una buena limpieza de esta pieza es fundamental para evitar averías más caras. Es ideal mantener limpia la admisión y el sistema de alimentación. También hay que tener cuidado con el uso de combustibles baratos, sobre todo en el caso de los diésel, que son los que más sufren este tipo de averías.
Source: Coches