Oficialmente ya está aquí el invierno y, según las estadísticas, durante esta estación se realizan el 70% de las sustituciones de las baterías de coche que se cambian en un año. Este componente de los vehículos es uno de los que más sufre, entre otros factores, la llegada del invierno y del frío.
En los coches de combustión, la batería es la que ayuda a que el vehículo arranque, por lo que es un elemento indispensable. Y es precisamente cuando bajan las temperaturas que esta función vital para el automóvil puede fallar. La electricidad que se acumula en el interior de la batería procede de una reacción química y las temperaturas extremas, sobre todo cerca de los cero grados, pueden afectar a esta reacción ralentizándola.
Si esto sucede, puede llegar a pasar que la batería no tenga fuerza tan siquiera para arrancar el coche, que es el proceso que más energía demanda y más invierno, cuando el aceite está en un estado más viscoso de lo normal y demanda más tensión que a temperaturas normales.
Por lado, más allá de los factores ambientales, hay una serie de costumbres de movilidad diarias que también pueden mermar la calidad de vida de la batería. Realizar desplazamientos cortos afecta directamente al acumulador del vehículo.
Las baterías acumulan energía y son capaces de funcionar gracias a un alternador que, tras el gasto energético del arranque y el consumo de otras funciones del coche como las luces o la radio, convierte la energía cinética del vehículo en energía eléctrica capaz de ser almacenada o de ser utilizada.
Es por este mecanismo que los trayectos cortos estropean la vida de la batería o afectan a su correcto funcionamiento, ya que en este tipo de desplazamientos la batería no tiene tiempo de recargarse correctamente tras haber gastado parte de la energía acumulada. Así, es altamente recomendable arrancar el coche y circular con él durante algunos kilómetros para cuidar de la batería y retrasar su deterioro.
Source: Coches