Los coches no son amigos del frío. Multitud de sus componentes y de los líquidos y lubricantes que les ayudan a funcionar sufren las bajas temperaturas hasta el punto de averiarse o perder eficacia en su funcionamiento. Desde el momento del arranque hasta durante la marcha, el invierno les pasa factura.
El sistema eléctrico del coche es el que más tiende a padecer averías por el frío, sobre todo la batería. También los calentadores o el motor de arranque remolonean más a la hora de funcionar si hace frío fuera o si han pasado toda la noche con temperaturas cercanas a los cero grados. Más por motivos de uso, el sistema de calefacción también se puede desgastar antes en invierno.
A la hora de proteger nuestro coche del frío, la mejor opción es que duerma en un garaje cerrado, donde probablemente también haga frío pero las temperaturas no alcancen el nivel del exterior. Al estar aparcado durante la noche a cubierto, el vehículo quedará protegido de otros factores como el viento, la lluvia o incluso la nieve, dependiendo de la zona en la que vivamos.
Si no disponemos de una plaza de garaje, lo mejor es tratar de dejar el coche aparcado a resguardo y, si las temperaturas bajan en exceso, incluso cubrirlo con una lona. Esto protegerá las piezas del frío extremo y evitará que algunas lleguen a congelarse.
Por otro lado, hay que prestar atención al aceite del motor. Controlar que mantenga sus propiedades óptimas (la viscosidad, por ejemplo), ayudará a que el coche no tenga que hacer tanto esfuerzo a la hora de arrancar. Un aceite en buen estado lubrica correctamente todas las piezas y previene su desgaste. Del mismo modo, apostar por un anticongelante de buena calidad permitirá que, pese al frío, el coche no tenga que hacer tanto esfuerzo para funcionar.
Por último, hay que revisar constantemente la batería y tratar de no dejarla nunca vacía. Forzar el arranque por una batería vacía puede dañar el motor y lo mejor es recargarla o sustituirla cuando empiece la temporada de frío.
Source: Coches
