Llegó en 2018 para revolucionar el segmento C-SUV y sin duda lo consiguió. Sus vanguardistas formas, su tamaño, sentido práctico y unas mecánicas fiables y multitecnológicas han servido para que en España hayan apostado más de 18.000 personas por él, pero casi cuatro años en el mercado “pesan” ante tanta y buena competencia.
No es una segunda generación, pero sí es una importante puesta al día la acometida por Citroën. Sigue siendo claramente reconocible, con un nuevo frontal que le imprime mayor carácter y modernidad. Destaca en el centro el doble chevrón que identifica a la marca, ahora como pieza independiente en negro con bordes cromados. A cada lado de este, dos líneas con puntos también cromados “avanzan” hasta las ópticas LED, cuyo diseño en horizontal parece dar continuidad a la parrilla.
Por debajo cambian los paragolpes, con nuevos protectores inferiores decorados en color negro o aluminio, y tomas de aire diferentes, sobre todo las laterales, que ahora son verticales.
Visto de perfil destacan las nuevas llantas de hasta 18 pulgadas y los retrovisores y barras del techo en color negro brillante, pero mantiene la altura al suelo, que es de 230 mm, y los Airbump decorados, seña de identidad de Citroën desde que los introdujo en el C4 Cactus.
Por detrás, otra vez son las luces LED de tres módulos con efecto tridimensional las que marcan la diferencia y dan carácter a una zaga que es más simple y compacta en sus formas.
Sube de nivel
En cuanto al interior, Citroën ha mejorado los materiales y el cambio más radical en el diseño viene dado por la presencia de una nueva pantalla táctil de 10 pulgadas suspendida en el salpicadero y no encastrada en él, como era el caso de su predecesor.
Lógicamente, este cambio también afecta a la consola central, más “ensanchada” y limpia, con los aireadores centrales bajo la mencionada pantalla de infentretenimiento y algunos botones capacitivos para funciones importantes.
El puesto del conductor se ha revisado para mejorar la ergonomía, algo que ya se produce con la propia “elevación” la pantalla central, y se ha provisto de un cuadro de instrumentos digital opcional de 12,3” multiconfigurable.
En el espacio entre los asientos delanteros, al menos en las versiones de cambio automático, desaparece la palanca existente hasta ahora en favor del selector de velocidades E-Toggle, recurso ya visto en el último C4, por ejemplo.
Como no podía ser de otra forma, Citroën sigue fiel a los asientos Advanced Comfort y su mullido especial, unos de los más cómodos del mercado, aunque cambian algunas tapicerías en función de los cuatro ambientes interiores que se unen a la oferta del C5 Aircross. Estos, junto a los nuevos colores de la carrocería y los packs decorativos, permiten que este modelo pueda tener un altísimo grado de personalización.
Lo que no cambia y es uno de los grandes argumentos de este modelo es la alta modularidad, lo cual se traduce en unos asientos traseros individuales, plegables y corredizos, así como un maletero que cubica entre 460 y 720 litros según configuración y versión.
Como Citroën no ha dado detalles de nuevos motores, es presumible que se mantenga la oferta actual en diésel y gasolina, todos con 130 caballos, pero sí ha especificado que la versión híbrida enchufable de 225 CV seguirá siendo un pilar fundamental en la gama, máxime cuando en Europa acapara ya el 30% de los pedidos.
También tendrá peso específico en esta nueva etapa la tecnología, con un total de 20 sistemas de ayuda a la conducción, entre los elementos de serie y opcionales, para hacer más cómoda y segura la vida a bordo.
Source: Coches