«Todos tenemos derecho a una muerte digna. Mi hijo no tuvo una muerte digna. Fue cruel y violenta». Es el testimonio durísimo de María José Jiménez Cebrián, cuyo hijo Iván falleció a los 15 años el 9 de diciembre de 2016 atropellado por un conductor borracho y drogado. Iba a más de 130 kilómetros por hora y lanzó al chico a 13 metros de distancia. Este domingo lo rememora especialmente, en el Día Mundial en Recuerdo a las Víctimas de Siniestros de Tráfico.
El conductor, multirreincidente, cumplió cuatro años de condena, pero María José vive atormentada por el dolor y el sufrimiento. Cada noche se despierta pensando en su hijo, del que guarda una última foto tomada en la UCI del hospital. Ese día le hizo la promesa que la mantiene en pie: lucha junto con otras víctimas de tráfico para que aumenten las penas para los homicidios causados por conductores bebidos, drogados o temerarios.
Actualmente, la pena máxima para estos delitos son cuatro años por homicidio imprudente si solo provocan una muerte, pero las familias piden que sea doloso en los casos de conductores drogados o borrachos y se pene de nueve a doce años de cárcel.
Este domingo se conmemora el Día Mundial en Recuerdo a las Víctimas de Siniestros de Tráfico, y la asociación Stop Accidentes, que brinda apoyo y orientación a los afectados, les ha rendido homenaje que brinda apoyo y orientación a los afectados y ha reivindicado la necesidad de una reforma en el Código Penal.
Así lo han manifestado en un acto de recuerdo a las víctimas celebrado en Madrid, que ha contado con la participación, entre otros, del fiscal de la sala de Seguridad Vial de la Fiscalía General del Estado, Luis del Río, el diputado nacional del PP Juan José Matarí y el coordinador de Movilidad del Ayuntamiento de Madrid, Federico Jiménez de Parga. El homenaje, replicado en Barcelona, Valencia, Valladolid, Granada, A Coruña, Vigo, Pontevedra y Tenerife.
Gema Sánchez, vicepresidenta de Stop Accidentes, ha explicado que los accidentes de tráfico causados por imprudencias de los conductores deben considerarse como «violencia vial» porque, cuando alguien conduce bajo los efectos del alcohol y las drogas o va a una velocidad «exacerbada», no está respetando «la vida de los demás».
Actos como este son importantes para «dar visibilidad» a las víctimas y combatir «la indiferencia y el olvido», ha dicho, al tiempo que ha asegurado que a los conductores reincidentes «hay que sacarlos de la carretera hasta que no se rehabiliten».
La solución no pasa por «excluirlos», sino por brindarles «tratamiento psicológico» para evitar que vuelvan a cometer imprudencias en la carretera, ha subrayado.
Source: Coches