Los inyectores se encargan de, como su propio nombre indica, inyectar el combustible pulverizado en la cámara de combustión o en la cabeza del pistón, dependiendo del tipo de inyección que tenga nuestro coche. Cuando presentan algún tipo de avería o fallo, el coche suele dar tirones o sufrir pérdida de potencia, por lo que es fácil detectar el problema. Otro síntoma de un fallo en la inyección es el color del humo que salga por el tubo de escape. En este caso, será blanco y muy espeso.
Además, cuando se trata de motores diésel, existe un sensor llamado sonda NOX que se encarga de avisar de un fallo en los inyectores. Este sensor se coloca en la línea de escape y, cuando detecta algún tipo de anomalía, enciende un testigo amarillo en el cuadro de mandos del vehículo.
Es habitual que los inyectores de un motor diésel presenten más problemas que sus homólogos de gasolina. La razón es que los inyectores de un motor que funciona con gasóleo trabajan a muchos más bares de presión que los de un motor de gasolina, algo que les pasa factura mucho antes.
Más de 500 euros por cambiar un inyector diésel
Reparar los inyectores es un trabajo complejo, por su posición en el motor del coche, y el 6% de las averías más caras que puede sufrir un vehículo están directamente relacionadas con los inyectores. Cuando se trata de un motor diésel, solamente la compra de la nueva pieza ronda los 500 euros, teniendo que sumar varias horas de trabajo en el taller. El coste definitivo podría dispararse si tenemos en cuenta que, de media, el precio de las horas en el servicio de postventa ronda los 20 euros.
Por otro lado, comprobar el estado de los inyectores si dudamos de que estén en perfectas condiciones es una operación que nos costará entre 130 y 160 euros. Es aconsejable realizar esta comprobación cuando el coche diésel ha cumplido los 200.000 kilómetros.
Source: Coches